La grieta

Para el siguiente relato, se le solicitó a la IA que escribiera un relato como si fuera Stephen King siendo Juan José Millás.

Una mañana apareció una grieta en la pared del salón. Era pequeña, insignificante, pero estaba ahí. Primero intenté ignorarla. Luego la observé con cierta preocupación. Finalmente, me obsesioné con ella.

Me agaché para examinarla de cerca. Introduje la uña en la fisura y sentí un escalofrío recorrerme el brazo. Algo en su interior parecía… blando. No como el yeso ni el cemento, sino como si hubiera piel ahí dentro.

Acerqué el oído. Un sonido débil, como un murmullo, emergía de la grieta. No eran tuberías ni el viento. Eran voces.

Esa noche soñé que metía la mano en la fisura y, al sacarla, ya no era mía. La piel tenía un color distinto, las uñas estaban sucias, y en la palma se dibujaba una línea extra, una cicatriz que no recordaba haber tenido nunca.

Al despertar, fui al salón de inmediato. La grieta había crecido.

No sé por qué lo hice, pero metí el dedo en su interior. La textura era tibia, húmeda. Quise retirarlo, pero sentí algo al otro lado que me sujetaba. Algo que también tenía dedos. Algo que también estaba metiendo la mano en mi mundo.

Y tiró de mí.

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